Autor: Thubten Chodron*
Libro: Corazón abierto, mente lúcida - Parte I
Las enseñanzas fundamentales de Buda Gautama, tal y como ha quedado de manifiesto a través del estudio de las fuentes originales, son sencillas y transparentes, y se encuentran en perfecta armonía con las ideas modernas. Está más allá de toda discusión el logro de una de las inteligencias más penetrantes que el mundo haya conocido jamás.
H. G. Wells, historiador y escritor británico
Durante la introducción al primer curso de budismo al que asistí, el maestro dijo: “Buda enseñaba a sus discípulos diciéndoles: no aceptéis mis enseñanzas simplemente por respeto hacia mí; analizadlas, examinadlas del mismo modo en que el orfebre analiza el oro, frotándolo, cortándolo y fundiéndolo. Vosotros sois personas inteligentes, y deberíais pensar sobre lo que escuchéis en este curso. No lo aceptéis ciegamente”.
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Esta es la propuesta budista. Se respeta y se alienta nuestra inteligencia. No existe ningún dogma que hay que seguir ciegamente. De hecho, somos libres de elegir cualquiera de las enseñanzas del Buda que se ajusten a nuestro momento presente, dejando a un lado, de momento, las demás; pero sin criticarlas. Las enseñanzas del Buda se pueden comparar a un gran bufé. Nos puede apetecer degustar un plato, y a otra persona otro distinto. No tenemos la obligación de comerlo todo, ni tenemos por qué elegir lo que escoja nuestro amigo.
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Este planteamiento abierto es posible debido a que el Buda describió nuestra experiencia humana y trazó las líneas maestras para mejorarla. El no creó nuestra situación, ni inventó el sendero a la Iluminación. El habló de nuestra experiencia y del funcionamiento de la mente, así como de modos prácticos y realistas de tratar con nuestros problemas cotidianos. Describiendo nuestras dificultades y sus causas, Buda explicó también el modo de eliminarlas. Nos habló de nuestra gran capacidad humana y de cómo desarrollarla. Depende de nosotros el descubrir a través de la lógica y de nuestra propia experiencia, la verdad que mostró. Así nuestras creencias estarán bien fundadas y serán estables.
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Buda nos aconsejó ser muy prácticos y buscar el sentido, el significado, sin distraernos en especulaciones inútiles. Ofreció el ejemplo de un hombre heridos por una flecha envenenada. Si antes de consentir que le quitaran la flecha este hombre insistiera en saber el nombre y la ocupación de la persona que se la lanzó, la marca de la flecha, el lugar donde fue fabricada, y el tipo de arco que fue utilizado, este hombre moriría antes de conocer las respuestas. Para él el punto decisivo es tratar la herida y prevenir nuevas complicaciones.
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La felicidad, -y también la tristeza- no se cruzan en nuestro camino por casualidad o accidente, ni se deben a que logremos apaciguar a algún ser superior imaginario. Como todas las cosas, en el universo la felicidad surge debido a causas específicas. Si creamos las causas para la felicidad, la felicidad resultante llegará.
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La meta en el Budismo es la sencillez, la claridad, y la espontaneidad. Una persona con estas cualidades es extraordinaria. Con la simplicidad, dejamos atrás la hipocresía y el egoísmo, así permitimos que el amor imparcial y la compasión crezcan en nuestra mente. Con claridad abandonamos la confusión de la ignorancia, reemplazándola con la percepción directa de la realidad. Con espontaneidad, no estaremos influidos más tiempo por los pensamientos impulsivos, sino que naturalmente conoceremos los modos más apropiados y efectivos de beneficiar a los demás en cualquier situación
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Desarrollando la sabiduría y la compasión, nos sentiremos más contentos y sabremos lo que es importante en nuestra vida. En vez de batallar con el mundo con una mente insatisfecha que continuamente quiere más y mejor, transformaremos nuestra actitud de modo que en cualquier lugar en el que nos encontremos, seremos felices y capaces de dotar a nuestras vidas de significado.
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Algunas personas piensan que el Budismo nos enseña a ser pasivos y a apartarnos de los demás. Éste no es el entendimiento correcto de las enseñanzas de Buda. Aunque resulte ventajoso distanciarnos de las concepciones erróneas y de las emociones mal manejadas, eso no significa que vivamos sin energía ni propósito. ¡De hecho es lo contrario! Libres de la confusión seremos más brillantes y estaremos más atentos. Nos interesaremos auténticamente por los demás. Aunque seamos capaces de aceptar cualquier situación adversa que nos encontremos, trabajaremos activamente para beneficiar a aquellos que nos rodean.